La Península Ibérica según McBauman

lunes, 5 de mayo de 2008






Empezaré por el final: esta mañana mis amigos me han preguntado si ha sido duro, si no es demasiado largo, caro o cansado. Puede ser pero, yo sólo sé que ha sido… demasiado hermoso.

Tengo el disco duro de los sentidos completamente lleno y desordenado. Es como intentar guardar en un dedal todo un festival de maravillosos y gigantes fuegos artificiales… yo he visto amanecer en Denia, el mediodía en Cadaqués, el atardecer en San Sebastián, amanecer en Bilbao, mediodía en Gijón, atardecer en Finisterre, he desayunado en Oporto, he comido en Lisboa, he cenado en Portimao, me he levantado en Sevilla, me dieron las doce en Tarifa y, cerrando un ciclo, he visto el atardecer en Denia.

Todo empezó cuando Solitario anunció que daría la vuelta a la Península por la costa en 4 días, en solitario. Y mientras unos y otros se preguntaban porqué esto o porqué lo otro, yo me pregunté: por qué no?
Mi viaje sería algo distinto al suyo ya que dejaba a la improvisación bastantes puntos. Tenía unos lugares fijos por los que pasar, algunos amigos y familiares a los que visitar, una fecha de salida y una hora de vuelta y el resto ya iríamos viendo.


30 DE ABRIL DE 2008, PREFACIO




A última hora de la tarde zarpa el barco desde Ibiza rumbo a Denia y no es la primera vez que me pasa: Mil medusas y un delfín me acompañan al abandonar la Isla. Presagio de las penurias y felicidad que me habría de deparar el destino.
Al llegar a Denia, salida y final de la vuelta a la Península, el GPS se equivoca y no encuentra el hotel por 200 metros. Lo busco por todos los lados menos por el que era. Una hora más tarde ya estaba en la cama con mi primer mosqueo y con mi primera riña con el aparatito.





1 de mayo de 2008: Denia, Cadaqués, Elgóibar 1404 kms. Arranco la moto a las 7:30 horas y la apago definitivamente a las 23:00 horas


En los albores del primer día de mayo comienza la vuelta propiamente. Los primeros ansiados kms no son más que un acercamiento a la primera gran cita del viaje: he quedado con Solitario al pasar Tarragona para charlar un rato (porque ya nos conocíamos incluso sin conocernos) y tranquilizar a su mujer (esto no sé yo si era una idea demasiado buena) Pero me despisté, no vi alguna señal y me pasé de largo. Tal vez el destino no creyera conveniente que dos solitarios dejáramos de serlo siquiera por unos minutos. Malditas medusas, pensé.
Y entristecido por el error y la foto que no fue, seguí sumando kilómetros y pasé cerca del Montseny y lamenté no disponer de más tiempo para desviarme y saludar a mi amigo Terraxaman que habita por estos lares.
Algo más tarde me encontré con la primera gran sorpresa del viaje: Cadaqués.

Entre Rosas y Cadaqués hay un puertecito, cuyo nombre desconozco, desde el que hay una vista impresionante hacia un lado y otro, con unas curvas preciosas y más aún después de tantos kms de autovía y autopista. Cadaqués a un lado, Rosas a otro, Pirineos detrás y el Mediterráneo al frente... Fue maravilloso.








Y más aún llegar a Cadaqués. Un pequeño pueblo costero con una fisonomía muy especial. No hay edificios modernos y sin embargo no hay ninguno viejo. Me permití callejear con la moto por algunas de sus callejuelas y rincones y en cualquier esquina creía que me iba a encontrar con Gala o con Dalí.
No fue así pero me quedé un buen rato alegrando los sentidos aún a sabiendas de los kilómetros que tenía por delante, pero es que se estaba tan bien… bendito delfín, pensé.







Cuando me quise dar cuenta era muy tarde. Solitario me había hecho alguna recomendación acerca de la ruta a seguir y de la que no debía seguir y le hice caso a medias. No me arriesgué a ir por Olot pero tuve que coger la autopista, ya que hice caso al GPS y tomé la ruta más rápida para llegar a destino (según él). Me hizo retroceder hasta Barcelona, demasiados kilómetros. Fueron los únicos del viaje de los que me arrepentí (bueno, no del todo ya que al menos llegué a la cena que había prometido)
Pasé por el meridiano de Greenwich y por la Pilarica










Algunos peajes más tarde, oscureciendo ya, hice entrada en la ciudad más bonita que conozco, la más elegante con sus edificios parisinos, con sus puentes y sus playas: San Sebastián. Fue una entrada tan bonita que me hubiera gustado poder tocar el violín mientras circulaba con la moto por la Bahía de la Concha…

Esa noche llegué hasta Elgóibar, como había prometido, para poder celebrar el cumpleaños de mi madre. Chuletón, txakoli y tertulia fueron preludio de un gran y merecido descanso... soñando con los delfines








2 de mayo: Elgóibar, Finisterre, Oporto 1068 kms. Arranco la moto a las 10:00 horas y la apago definitivamente a las 02:00 horas del día 3






Me hubiera gustado pasar más rato con mi familia y con mis amigos (con los pocos que pude ver) pero había un objetivo que cumplir, así que seguí hacia el oeste rumbo a Bilbao







Hacia el oeste rumbo a Santander








Hacia el oeste rumbo a Gijón










En esta última ciudad había quedado con una buena amiga para vernos media horita, descansar un poco y tomar un cafelito que me despejara, pero era tan bonita la ciudad y tan grata la compañía que nos quedamos dos horas y media tomando unos cuantos culines de sidra además de otras viandas típicas de la zona. Resultado: salí de allí cantando el Asturias patria querida y con la promesa de volver pronto. Y suelo cumplir lo que prometo.


Y seguí hacia el oeste rumbo al final de la tierra, rumbo a Finisterre.





Como había pasado más tiempo del previsto en Gijón le dije al GPS que mandara él. Me metió por unas carreteras preciosas pero que me hacían perder más tiempo aún. Según el aparatito era más rápido por ahí, pero no se lo cree ni él. Aún y todo, me encantó el paso por las Rías Altas, por Ribadeo especialmente, donde me dolió no disponer de algunos minutos para tirar alguna foto, pero es que a veces había que decidir entre foto o moto. Es lo malo de ir sólo, que nadie me hace las fotos




Y entre aldeas y curvas llegué a Finisterre. En efecto, allí se acaba el mundo, lo juro, y más si se llega al atardecer, con el cielo plomizo (no, había “resol” como en Gijón ) y con un viento endemoniado. Hasta a las estatuas les costaba mantener la verticalidad.



Me hubiera gustado poder llevar en la moto quinientos o seiscientos gaiteros para que le dieran un poco de énfasis al momento…





Pero incluso el fin de la Tierra tiene un punto de romanticismo





Y allí puse rumbo sur por primera vez en el viaje. Algunos kilómetros más tarde por la “costa de la muerte” veo que me voy quedando sin combustible puesto que llevaba unos cuantos kms con la reserva. Consulto el GPS y me dice que la gasolinera más cercana está a más de 50 kms. ¿ESTÁS SEGURO????? BUSCA BIEN!!!!!! Y al poco rato el ordenador de la moto me dice que ya no puedo hacer ningún kilómetro más!
Perfecto, sé que voy a tener un problema aunque todavía no sé en qué kilómetro. Está haciéndose de noche, comienza a hacer frío y por aquellas carreteritas no hay ningún pueblo, como mucho alguna aldea por la que no se ve a nadie. Apenas hay tráfico. Me acuerdo una por una de las mil medusas. Decido tirar hasta que la moto se pare y luego ya decidiré si llamar al seguro, hacer auto-stop si pasa algún coche, comprarle a alguien algún litro de gasolina de su vehículo, pedir alojamiento en cualquier casa habitada… ya veremos.
Y de repente, allí en un kilómetro cualquiera de Galicia apareció: REPSOL. No me lo podía creer. Tonto, más que tonto, que eres un GPS tonto!!!!
Llegué 10 minutos antes de cerraran (menos mal) y además fueron muy amables y me dijeron por dónde ir o no ir. Y me acordé del delfín que había entre tanta medusa.

A esas horas mi hermana & family, me dice que se encuentra en Oporto y que tiene habitación en un hotel con cama para mí por si quiero llegar. Consulto otra vez el GPS (eso es fe) y me dice que en algo más de dos horas puedo llegar. No me encuentro cansado, a pesar de la hora que es, así que decido intentar llegar con la promesa de que si aparece el sueño me paro de inmediato.
Mil curvas después (por allí no era, seguro) llego a la autopista que me dejaría en Oporto. Casi una hora para encontrar el hotel (se ve que mi portugués no es muy bueno según el GPS y no me quería llevar hasta la plaza de la Libertad). Fue uno de los ratos malos del viaje, casi las dos de la mañana y dando vueltas por el centro de Oporto sin encontrar el hotel, viendo sólo medusas en cada esquina…

Pero llegué


3 de mayo: Oporto, Cabo de San Vicente, Sevilla 929 kms. Arranco la moto a las 11:30 horas (10:30 hora local) y la apago definitivamente a las 23:30 horas


Me levanto algo cansado. Sólo me quedan dos días y algo más de 2000 kms que sumados a los 2400 que llevo en los dos días anteriores… mejor dejar de pensar y disfrutar del opulento desayuno y de la grata compañía familiar.






Cuando voy a poner la bolsa sobredepósito me doy cuenta de un pequeño detalle: no puedo hacer fuerza con la mano derecha, la del puño del acelerador. Intento quitarle importancia al asunto y tiene que ser mi hermana la que engancha la bolsa.
Y despedida de la familia pero no de Oporto. En la otra acera de la Plaza había quedado con mi amigo Rui, al que conocí el año pasado en el Erg Chebbi, en la misma Gran Duna. No nos habíamos vuelto a ver desde que terminó aquel viaje pero la amistad perdura a pesar de la distancia. Me acompañó algunos kilómetros, primero callejeando por los rincones más bonitos de Oporto y después por una bonita ruta hasta Coimbra. Fue todo un placer volver a recordar los especiales kilómetros recorridos en Marruecos y todos los buenos momentos vividos allí. Suerte en Estambul. Hasta pronto Amigo


















Como venía siendo habitual, pasé más tiempo del convenido con familia y amigo así que tocó acelerar por la autopista rumbo hacia el sur. Y llegué a Lisboa sin más contratiempos.


Desde aquí salió el Dakar un par de años







el puente desde abajo





el puente desde el puente







Y seguí rumbo hacia el sur por una autopista que no me estaba aportando nada, así que en un cruce cualquiera decidí salirme y buscar la costa. Creo que fueron los kms más bonitos del viaje. Era una carretera estrecha, rodeada de árboles durante muchos y muchos kms, atravesando campiñas de flores de un color, de flores de un olor… cruzando puentes traídos de una película. No me importaría pasar por esa carretera hasta Odemira cada vez que arranco la moto










Algunas fotos más tarde llegué a la costa nuevamente. Está formada por unos acantilados impresionantes e incluso se han formado dunas de arena en algunas zonas.







Y llegué al espectacular pueblo de Sagres, con su ambiente surfero, con su viento enloquecido, con su cabo de San Vicente. Se respiraba una tranquilidad que me recordó la isla de Formentera.










Me costó volver a arrancar la moto en Sagres ya que el este aparecía en la brújula por primera vez en el viaje, y marchar hacia el este supone volver a casa… sniff.

Pero antes había prometido parar en Portimao. ¿La razón? Si no todo el mundo puede presumir de haber conocido a un amigo en el Erg Chebbi, yo puedo hacerlo de haber conocido dos. Así que había quedado con Elisa, la motera más femenina que conozco que se presentó a la cita con una KTM bien cañera que no pude por menos que probar durante un ratito.











Al igual que me había sucedido con Rui, me encantó el refrigerio que compartí con Elisa. Haber estado perdidos juntos en el desierto, sin agua ni comida y con calambres en los brazos une mucho. Y recordar esos momentos tan especiales en la moto de uno, siempre es maravilloso. Quiera el camino que no pase tanto tiempo sin volvernos a ver, Amiga, y que tengas mucha suerte en tu ruta por el África y tus sentimientos al volver sean los de “la cachimba”. Indudablemente, jaja (ella ya me entiende).

Y me tuve que ir y dejar allí aquel momento “delfín”

Entrada la noche llegué a Sevilla y decidí quedarme. No por el cansancio, que aún no asomaba, sino porque más tarde sería complicado encontrar alojamiento en otros lares. Y eso no mola cuando hay que dormir.

Una hora después encontré un hotel, tan céntrico como caro y malo, en el que además me engañaron con el parking… me cae mejor la gente que no necesita hacer eso para ganarse la vida. Mala medusa les despierte cada día!


Aún quedaban más de 1000 kms, el paso por Tarifa y Cabo de Gata y había que llegar a coger el barco de las 20:30 a Denia. Mi principal preocupación era el tráfico (posible operación retorno del puente de mayo) y mi mano derecha, que si bien no me molestaba para conducir no me servía para nada más, puesto que al bajar de la moto era incapaz de hacer fuerza siquiera para abrir o cerrar una cremallera.

Difícilmente olvidaré la etapa recorrida este día. Doy gracias al Dios de las carreteras por concederme tan grata jornada.

Y me dormí.


4 de mayo: Sevilla, Tarifa, Denia 1034 kms. Arranco la moto a las 8:30 horas y la apago definitivamente a las 20:05 horas. Me sobran 10 minutos. Prueba superada.


La última noche no dormí muy bien y cuando parecía que lo iba a conseguir, tocó levantarse. Me regalé un paseo por las calles, aún vacías, de la capital hispalense. Un privilegio para el viajero.












Y volví a dirigirme hacia el sur, hacia Tarifa. Fueron kilómetros fáciles, y algo tristes puesto que sabía que era la última mañana del viaje. Pero llegué a la punta más al sur de nuestra Península, aquella punta en la que se separan el mar Mediterráneo y el océano Atlántico. O en el que se unen. Es un punto geográfico que llama poderosamente la atención. Al igual que en Finisterre y en el cabo San Vicente, el viento parecía endemoniado.





Al volver a arrancar la moto noté que algo no iba bien. La maneta del embrague no tenía fuerza: me había quedado sin líquido de embrague!!! (mil medusas son muchas medusas)
Llegué como pude hasta una gasolinera, compré el líquido en cuestión y ayudado por mi mecánico de confianza, al teléfono, y por un señor que estaba lavando su coche (yo seguía sin poder hacer fuerza con la mano derecha) conseguimos llenar el dichoso depósito (realmente lo complicado es abrirlo). Y seguí la triste marcha sin más demora, que el barco de Denia no espera.
Poco antes de llegar a Málaga me encontré lo que me estaba temiendo: retención!!! (a la rica medusa!!!)
Ya casi estaba pensando en la hora a la que cogería el barco el día siguiente ya que el GPS iba señalando que la hora de llegada se iba retrasando sin remisión alguna, cuando, de repente, los coches volvieron a moverse, como si alguien hubiera encendido el scalextric. ¡Todavía había esperanza!
Me dirigí hasta Almería por la carretera que bordea la costa (sólo es autovía durante algunos kilómetros) y comprobé que algunos de aquellos pueblos son muy, muy bonitos mientras me alegraba al ver que iba más rápido que lo que marcaba la previsión del GPS y parecía nuevamente que volvería a coger el ferry. Y llegué a un momento crucial en la ruta: el cruce que lleva hasta el Cabo de Gata. Por un lado había estado allí hace un mes. Por otro me gustaría dar la vuelta entera tocando todos esos puntos geográficos… Entre ir y volver se tarda aproximadamente una hora. Tardaré media, pensé.
Y me dirigí hasta el Cabo.
Y llegué.










Y ahora sí, rumbo definitivo a Denia, controlando los cálculos del GPS, confiando en que no hubiera más retenciones ni averías. Supe que lo lograría al pasar por el Barranco del Tesoro. Desde allí tenía el cálculo de la experiencia reciente y estaba convencido de que daría la vuelta entera… y aún me sobraron 10 minutos para recordar aquel precioso delfín.





5 de mayo: Arranco la moto para ir a trabajar y la apago al llegar al curro.


A pesar de la tendinitis de la muñeca derecha y de la sobrecarga de los omoplatos, repaso mentalmente los últimos 4452 kms recorridos; las últimas 44 horas y 9 minutos que he pasado en movimiento sobre la moto y me los llevo a un lugar que sólo yo conozco, en el que guardo aquellos logros que he perseguido y, a veces, conseguido. Me los llevo al “escondite de los viajes”.
Para nunca olvidarlos.